5/5/08


Carta de un inmigrante africano a la sociedad española

Señoras y señores de la sociedad española:
Me obligan a regresar a la fuerza al país de donde he venido. No me ha dado tiempo a decirles lo que me ha empujado a emprender este largo y penoso viaje, durante el cual han muerto muchos de mis compañeros de infortunio. Pensaba contárselo en persona, una persona que muestra sobre sí los rastros de los malos tratos y de los sufrimientos de un pueblo oprimido y explotado. Pero este muro que ha sido levantado entre ustedes y yo hace imposible cualquier encuentro verdaderamente humano entre nosotros y nos obliga a mirarnos desde lejos como el perro y el gato, aunque todos somos ciudadanos del mismo mundo.

Este muro de separación en forma de alambrada que ahora separa África de Europa simboliza la falsedad de la relación que han creado nuestros gobernantes entre el Norte y el Sur. Este muro de separación refleja la falsa relación en la que las materias primas que vienen del Sur y los productos acabados del Norte, entre ellos las armas, pueden circular, pero no los hombres.

Soy africano. vengo de un país empobrecido, un país que ha sido saqueado por las multinacionales occidentales desde hace varios siglos y que ha sufrido guerras atroces, a menudo presentadas como guerras civiles; pero, en el fondo son guerras económicas montadas con el único objetivo de saquear nuestros países y enriquecerse, al igual que nos dirigentes africanos, desgraciadamente al precio de la muerte de millones de mis hermanos y hermanas.

¿De verdad no podemos construir otro mundo en el que cada persona pueda vivir en paz? Somos víctimas de un empobrecimiento continuo, organizado desde Occidente, y ejecutado a menudo por medio de nuestros propios dirigentes al servicio de las multinacionales. Son estas guerras de la que yo huyo y de la miseria que han engendrado en mi país. Quiero sobrevivir y ayudar a vivir a mi familia que se ha quedado en África. No quiero morir como una rata atrapada en un incendio.
En nuestros países, la muerte se ha convertido en un hecho banal. Se ve morir de hambre a los niños día tras día de pequeñas enfermedades que podrían curarse fácilmente con un poco de dinero... Como pueden imaginarse, es muy doloroso ver morir a un niño entre tus brazos, como me ha ocurrido a veces; o haber visto morir a mi padre de una malaria sin importancia que se curaría con pocos medios en cualquier centro de salud. Ustedes ven hecho parecidos en televisión; nosotros por desgracia, nos codeamos con estos horrores todos los días, e incluso entre estas víctimas se encuentran nuestros propios familiares.

Me siento perdido; me siento inútil, inexistente, como si no tuviésemos ningún valor a los ojos de este mundo... Mientras tanto, pienso en mi país, en todas las riquezas naturales que tenemos. ¿Qué riquezas?, me pregunto. ¡Todo lo que hay en nuestros países no nos pertenece!
Díganme, señoras y señores de lo sociedad española, ¿qué mal hemos hecho para merecer esta suerte?

Dios sabe que no soy ni un ladrón ni un bandido; soy simplemente el grito de una víctima, que quiere vivir con el sudor de su frente. Quiero vivir y ayudar a vivir a mis hermanos. ¡Sólo pido eso!

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